El alcalde de la ciudad u otra autoridad competente debería proponer un plan de protección al contribuyente, y recomendar tenerlo siempre preparado y a mano, por si las cosas no salen como se debe en este incipiente y esperanzador 2024.
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"Año bisiesto, año siniestro", así que no esperemos mucho bueno del 2024. Tal y como las gasta el que manda, no estaría mal disponer
de un equipo familiar de supervivencia, como una mochila o talega de evacuación
rápida, por si pintan bastos y hay que abandonar esto a toda pastilla, echándose
al monte o a Oloron, a ver si nos va mejor por allá, que por acá viene suave
con los precios, el IVA y la crisis.
Para el cuidado de la salud de uno —la salud es lo primeo—,
nada de ibuprofenos ni cosas de esas. Una cajita de aspirinas de
toda la vida es lo primero que se debería meter: barato y eficaz. Otra de imodium,
por lo del cambio de aguas y pareceres. Una pomada antialérgica para uso tópico
cuando las estupideces de progresistas y asociados nos provoquen picores y
sarpullidos, y unos cuantos envases de alkaseltzer, por si acaso nos
pasamos.
Para cultivar el intelecto, un ejemplar de “La mansión del acantilado”,
de Diego Gutiérrez, literatura juvenil de nuevo cuño. También unos cedés de
Sabina, la colección completa de Mafalda y un par de botellas de merlot, sin
olvidar un inhibidor de frecuencias marca Acme que impida sintonizar la tele.
No estaría mal añadir una bufanda de lana para sentarse abrigado
a leer en las terrazas, un jamón ibérico de pata negra, media docena de besos
brujos, un ramo de rosas rojas por si se encuentra uno con alguien especial,
las burbujas del champagne de Nochevieja, el olor a café recién hecho, lo
crocante del pan, diez sonrisas, una carta de amor, unas aceitunas para el
aperitivo, un hombro amigo donde llorar… y pare de contar que se me ha llenado la mochila.
FG / JACATIMES
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