Cada 23 de abril, Aragón celebra a su patrón, San Jorge, con entusiasmo y tradición. Pero tras esta festividad se esconde una historia que mezcla leyenda, heroísmo y fe, con orígenes lejanos en el tiempo y el espacio.
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La figura de San Jorge tiene su origen en un soldado romano nacido en Capadocia, actual Turquía, que fue destinado a Libia. Allí, según la leyenda, salvó a la hija del rey de Silca de ser devorada por un dragón que atemorizaba la región. La escena heroica en la que aparece a lomos de un corcel blanco y lanza en mano ha quedado grabada en el imaginario colectivo.
Tras la victoria sobre el dragón, San Jorge reveló su fe
cristiana y pidió que toda la población se bautizara. Sin embargo, en tiempos
del emperador Diocleciano, el cristianismo era duramente perseguido, por lo que
fue arrestado, martirizado y finalmente santificado, convirtiéndose en símbolo
de valentía y fe en todo el mundo.
San Jorge adquirió una notable relevancia durante la Edad
Media y las Cruzadas, lo que favoreció su veneración en distintas regiones,
incluidas muchas partes de España. En Aragón, su figura cobró especial
importancia tras la batalla del Alcoraz en 1096, cuando, según la tradición, se
apareció para ayudar a las tropas cristianas de Pedro I.
Desde entonces, su figura ha sido profundamente venerada en
la comunidad aragonesa, en la que le rendimos homenaje cada 23 de abril. La
fecha también es simbólica por coincidir con el fallecimiento de Cervantes y
Shakespeare en 1616, convirtiéndose asimismo en el Día del Libro.
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