La Santa Sede ha nombrado recientemente a don Vicente Jiménez Zamora, arzobispo emérito de Zaragoza, como Administrador Apostólico de las diócesis de Jaca y de Huesca, ambas en sede vacante esperando nuevo obispo, bien para cada diócesis o uno para las dos, como en los últimos veinte años.
Sede vacante es el período y las circunstancias especiales
que se dan cuando una diócesis o iglesia particular queda sin obispo o pastor.
Las causas por las que se produce esta situación pueden ser varias y para
evitar un vacío absoluto de poder, estas circunstancias están previstas en el Código
de Derecho Canónico
Cuando el obispo es trasladado a otra diócesis, como es el
caso, por el nombramiento de Mons. Julián Ruiz Martorell como obispo de
Sigüenza-Guadalajara, se dice que queda vacante la sede episcopal de la Iglesia
de Jaca y también la de Huesca.
En espera del nuevo obispo, o bien la santa sede nombra un Administrador Apostólico —como en este caso a don Vicente Jiménez Zamora—, o bien el Colegio de Consultores un Administrador Diocesano. En cualquiera de los dos casos, un Administrador tiene la misma potestad del obispo diocesano, exceptuando algunas cuestiones marcadas por el derecho canónico. Por ejemplo, no puede administrar las Sagradas órdenes, lo haría algún obispo llegado el caso. Tampoco puede consagrar el Crisma.
Es un proceso de continuidad y “en espera” del nuevo pastor.
Se dice que, en sede vacante, el administrador no debe “causar perjuicio a la
diócesis” y que “nada debe innovarse”. Es decir, que no deben producirse
cambios significativos o de calado en el normal funcionamiento de la diócesis,
tanto a nivel de gestión como de pastoral. El administrador cesa en su cargo
cuando el nuevo obispo toma posesión.
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