EL TIEMPO EN JACA

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La primavera del Pirineo nos regala lo mejor de su jardín multicolor

En primavera, camino del verano, la montaña abandona su ropaje de invierno para vestirse de gala. Las flores convierten las laderas, los bosques y los prados en un inmenso jardín multicolor, en contraste con el blanco de algunas cumbres, de algunas nieves que se resisten a irse. 

EFEGE

En la puerta de casa, como quien dice, tenemos casi 4000 plantas diferentes: una cuarta parte crece por encima de los 2000 metros y algunas trepan hasta los 3000 e incluso más. Otras han recorrido medio mundo para llegar hasta aquí, desde alejados rincones de Europa o Asia e incluso desde la Antártida, hasta esta maravillosa cordillera nuestra que constituye el límite meridional de su presencia y supervivencia.

Hemos seleccionado cuatro plantas con flores de entre las más agraciadas, únicas y meritorias. Solo por el placer de contemplarlas, para admirar su belleza sin destruir su hábitat y sin tocarlas siquiera.


La oreja de oso (Ramonda myconi) es muy antigua, una reliquia del Terciario, de flores muy llamativas de dos a tres centímetros de diámetro, con cinco pétalos de color violeta y manchas amarillas o anaranjadas en el centro. Es endémica del Pirineo y muy frecuente entre los 600 y 2000 metros. Hay que buscarla en zonas sombrías, entre las rocas, y es fácil encontrarla cubriendo algunas paredes del Monasterio Viejo de San Juan de la Peña, desde mayo hasta agosto, con algo de suerte.

La orquídea zapatito de dama (Cypripedium calceolus), bellísima, no es tan fácil de encontrar como la anterior, pero, aunque con alguna dificultad, podemos dar con ella en los claros de bosques de hayas y pino albar, entre los 1200 y 1600 metros. Su flor amarilla, que asemeja un zueco, ha atraído a tantos curiosos y coleccionistas que la han puesto en peligro de extinción. Según dónde, es posible encontrarla entre otras cuarenta clases de orquídeas diferentes. Todo un lujo.

El lirio, flor de lis, azucena silvestre o lirio llorón (Lilium martagon) tiene un tallo que puede alcanzar un metro de altura, desde donde cae un ramillete de tres a ocho florecillas con pétalos muy llamativos de color rosado-púrpura, curvados hacia arriba en forma de corona, y grandes estambres. Crece en los alrededores de pinares y abetales entre 800 y 2500 metros de altitud en rellanos de roquedos. Un buen lugar para encontrarla son los Llanos de La Larri, en junio y julio.

Quizá la flor más popular y buscada del Pirineo y de otras montañas de Europa, a donde llegó con las glaciaciones, sea el edelweiss (Leontopodium alpinum). Muy común entre los 1500 a 3000 metros en el parque nacional de Ordesa y Monte Perdido, en prados pedregosos o crestas de terrenos calizos. Sus pétalos están cubiertos de una fina pelusa blanca que recuerda la nieve. Su nombre, en alemán, significa “blanco puro”.  Florece en julio y agosto.

Encontrar estas flores en la montaña, y otras no menos interesantes, es cuestión de un pelín de suerte y algo de tenacidad. Como dijo un día Daniel Gómez, conservador del Herbario de Jaca, “las plantas te encuentran a ti y la emoción está en el camino”.

O Cicerón, cien años antes de Cristo: "Si tienes un jardín y una biblioteca, tienes todo lo necesario".

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