Dos años de pandemia. "En España, tal vez algún caso aislado", nos dijeron en 2020 como primera mentira. No hacían falta mascarillas, después sí. "El 8 de marzo de aquel año bisiesto la acabamos de...", sentenciaron muchos. Desde entonces, en todo el mundo, más de 451 millones de personas han contraído el virus y al menos seis millones han perdido la vida a causa del covid-19.
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Durante dos años hemos estado confinados, distanciados,
obsesionados con la limpieza, con las noticias, con la epidemiología, con la
búsqueda de una vacuna, con el acceso a una dosis.
Algunos nos propusimos hacer todo lo posible para no
enfermar, otros nos resignamos a que así sería y muchos más —trabajadores
esenciales, personas vulnerables— no han tenido alternativas para protegerse. El
virus nos ha cambiado para siempre.
Esta semana se dio a conocer un estudio cuyos hallazgos
sugieren que el covid-19 podría causar cambios en el tejido y la masa cerebral
de los pacientes. También nos vamos enterando cómo es que el virus se roba el
sentido del olfato. Y numerosos sobrevivientes reportan afecciones.
Pero, a dos años de que la Organización Mundial de la Salud
declarara la pandemia, varios científicos siguen explorando uno de los mayores
misterios de este coronavirus: ¿por qué hay gente que nunca contrajo el virus a
pesar de estar considerablemente expuesta a una o varias personas enfermas?
Desentrañar ese y otros enigmas resulta urgente para enfrentar pandemias futuras e, incluso, para terminar de frenar la actual.
Solo en los primeros dos meses de 2022, según datos de la
Organización Panamericana de la Salud, el 63 por ciento de los nuevos casos de
coronavirus de todo el mundo se registraron en América. La cifra es preocupante
en una región que alberga a menos del 13 por ciento de la población y sin
embargo registra más del 30 por ciento de las muertes por covid.
Todos queremos que la pandemia termine, pero el mero
optimismo no puede controlar el virus. Es muy pronto para bajar la guardia. Pero
“bajar la guardia” para muchos también significa despojarse no solo de las
mascarillas sino también del miedo y la ansiedad.
Claro está que no olvidaremos la pandemia, ni deberíamos
hacerlo. Sin embargo, olvidar parte del trauma nos permitirá recordar los
aspectos de este tiempo que nos ayudarán a sanar.
Estos detalles incluyen la asombrosa resiliencia, la
valentía y el sentimiento de espíritu colectivo que surgieron esta misma semana
hace dos años.
NYT / JACATIMES
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