EL TIEMPO EN JACA

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La Navidad que nos trae la luz resplandeciente

“El pueblo, que andaba a oscuras, vio una luz grande. A los que habitaban en tierra de sombras, la luz les resplandeció. Se acrecentó el regocijo y la alegría por la llegada del Salvador”. (Isaías 9: 2-3). “Jesús nació en Belén de Judea” (Mateo 2: 1). “Le envolvieron en pañales y le acostaron en un pesebre, porque no había lugar en la posada” (Lucas 2: 7).

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Eso es lo que estamos celebrando. No me gusta la Navidad de los arbolitos de colores, de papás noeles barrigudos, disfrazados con grotescos trajes rojos, enormes barbas blancas y pelucas postizas. No me gusta la Navidad del consumo sin sentido, de la alegría forzada en una noche concreta en la que el champán o la sidra te hacen poner una estúpida, risueña y complacida cara de sorpresa al recibir un regalo de alguien que se ha sentido medio obligado a hacerlo y a quien, más que probable, le has sugerido sutilmente lo que te debería regalar.

En cambio, me emociono profundamente cada año cuando escucho y a veces pongo mi voz a la canción de José Luis Perales que habla de una Navidad de esperanza, de compartir, de ternura, de perdón, de futuro y de paz: mientras haya en la tierra un niño feliz, mientras haya una hoguera para compartir, mientras haya unas manos que trabajen en paz, mientras haya unos labios que hablen de amor y unas manos cuidando una flor, mientras haya un vencido dispuesto a olvidar, mientras haya ternura, habrá Navidad.


Me atrevería a añadir: mientras podamos contar con amigos verdaderos que lloran contigo cuando el dolor te parte el corazón, amigos sensibles que sienten tus alegrías, penas, triunfos y fracasos como si fueran propios, mientras nos colme de felicidad la felicidad del otro, mientras sintamos un nudo en nuestro estómago porque no hemos sido capaces de aplacar el hambre que roe con insistencia el estómago de los que la padecen o nos duela el alma por los niños de los campos de refugiados o por las niñas y mujeres agredidas o violadas por unos hijos de puta sin entrañas, mientras muchas personas buenas y anónimas se esfuercen cada día por hacer un mundo mejor, más habitable y más solidario... habrá Navidad.

Por eso me mantengo en la esperanza de que la próxima Navidad sea, tal vez, la Navidad que espero.

FG / JACATIMES

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