EL TIEMPO EN JACA

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“Salir a tomar el fresco” podría ser Patrimonio de la Humanidad

Patrimonio de la Humanidad —en este caso, inmaterial— lo entiende la UNESCO como "el crisol de nuestra diversidad cultural, como prácticas heredadas de nuestros antepasados”. Así parece que lo interpretan también en Algar, un pueblecito blanco de la provincia de Cádiz cuyo alcalde se ha comprometido con la tarea de que las charlas al fresco sean consideradas así.

MICIUDADES

Nuestra Jaca no es ajena a esta costumbre. En los tiempos en los que la calle era el medio de comunicación más popular, anochecido, la gente salía con sus sillas instituyendo foros vecinales, vespertinos y refrescantes donde hablar de todo: de fútbol, de hockey, de baloncesto y hasta de política los hombres; mientras las mujeres quejándose de lo caro que se está poniendo todo. Cualquier mengana o zutano que pasara cerca quedaba expuesto a los comentarios de los tertulianos. Más o menos así, con muchas variantes.

No debería perderse esta sencilla manera de relacionarse entre el vecindario. En nuestra ciudad existían tal vez alguno haya sobrevivido varios lugares de reunión: en la calle de los Estudios salían todos los vecinos, tanto por la tarde como por la noche, como en el paseo de la Constitución, en el rompeolas, en la plaza del Medio Pañuelo, en el árbol de la salud, en la calle Levante o en la calle Ferrenal en casa Canela y casa Barrenas…

Dicen que el mejor sitio era la plaza de Biscós tal vez lo siga siendo, donde mayores y chicos cenaban con frecuencia en la calle el bocadillo de tortilla de patata que les echaban por el balcón. Las voces de los tertulianos inundaban las esquinas donde corría más aire.


Esta tradición casi es ya historia. Llegaron los aires acondicionados para quien podía pagárselos entonces, el teléfono móvil con su guasap, las consolas y la televisión, y nos metimos en casa, viendo telediarios o telebasura o absorbidos por las redes sociales. Ahora se ofrecen nuevas comodidades y una forma de vivir muy distinta, de modo que nadie piensa en volver a salir a la puerta de su casa con una silla.

Triste perder un “patrimonio” que nos permitía disfrutar de la cercanía de los nuestros, degustar el frescor nocturno y deleitarnos con un barrio o una calle casi entera para nosotros. Solo el tiempo dirá si de esta tradición no quedará más que una anécdota que contar a quien quiera escucharnos: cómo nuestros padres y abuelos saboreaban algunos placeres tan sencillos como este, relegado ya al baúl de los recuerdos.

Precisamente por eso, tal vez sea el mejor momento, ahora, para reivindicar esta tradición.

FG / JACATIMES

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