Desde hace unos días, la catedral de Jaca luce en lo más alto, junto a la campana de las horas, una nueva bandera blanca que sustituye a la anterior, algo deteriorada por la intemperie, después de un año aguantando allá arriba.
CC/JYAGÜE |
La colocación de la nueva bandera no tiene nada que ver con la pandemia que se vive ahora, ni significa que en Jaca no tengamos ya enfermos de covid-19 ni que nos hayan levantado el confinamiento perimetral que sobrellevamos con resignación en estas fechas.
La bandera blanca indicaba a los peregrinos del Camino de Santiago, desde el siglo XVI, que llegaban a una ciudad limpia de las plagas y pestes que asolaban frecuentemente los pueblos de la Edad Media. Según la tradición, la bandera es también una protección contra rayos y tormentas, o puede significar, sin más, la presencia del obispo en la ciudad o simbolizar el signo de la resurrección o asociarse con la paz.
Las banderas blancas que se sustituyen se guardan
cuidadosamente, aunque algunos gustan de hacerse con un trocito de la
antigua, como una reliquia de protección y buena suerte.
La bandera es, en realidad, el paño que cubre el fondo del
monumento del Jueves Santo y que, más tarde, se coloca en lo alto de la torre
como símbolo de nueva vida y resurrección.
Antiguamente, el cambio de bandera corría a cargo del romero
mayor de la Cofradía de Santa Orosia —patrona de Jaca, como se sabe— pero,
por cuestiones de seguridad, dejó de hacerlo, dado el peligro que supone subir
a la torre de la catedral.
Por cierto que este año, a pesar de la bandera blanca y por culpa de la pandemia, tampoco podremos celebrar debidamente las fiestas de Santa Orosia.
JACATIMES
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