Hacía ya días que era primavera. Bueno, en realidad era primavera en el calendario, porque el invierno seguía campando a sus anchas. La mayor parte de los árboles continuaban pelados, y en la tierra no se veía ni una florecilla, ni un triste brote de hierba, aunque el sol ya había derretido la nieve.
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TENERIFE | La fiesta de los almandros |
“¿Dónde
está la primavera?”, preguntaban desolados todos los animales del bosque. “¿Dónde
está la primavera?”, se preguntaban los niños, cansados de ir al colegio con
abrigos y bufandas y, algunos días, sin poder jugar en el recreo. El Sol
también estaba preocupado y le preguntó al Viento si había visto al hada de la
Primavera.
—No, pero
creo que sé dónde está. Ven conmigo, le dijo el Viento al Sol.
Volaron por encima de las copas de los árboles desnudos
hasta llegar el rincón más apartado de la montaña. Allí se encontraba la casita
de troncos del hada de la Primavera. Se asomaron por la ventana del dormitorio
y efectivamente, allí estaba. Bueno, parecía estar, porque solo se veía un revoltijo
de mantas y edredones con alguien debajo.
Así lo hicieron, y lograron despertarla enseguida. “¡Hummm! ¡qué
bien he dormido!”, exclamó la Primavera desperezándose. Pero, en cuanto vio la fecha en el calendario y miró por la
ventana, se puso a gritar enloquecida:
—¡Madre
mía, madre mía! ¡Esta vez sí que me la cargo!
—¡Lo
siento, lo siento!, me gusta veros crecer, pero no hay tiempo, les dijo a los
árboles, y en un instante los llenó de brotes, hojitas verdes y flores en los
almendros, con su varita verde.
Hizo lo mismo en los glacis, los caminos que llevan a
Santiago, el Parque, la Cantera, el árbol de la Salud, Membrilleras, Prado
Largo, San Lure, los tilos, chopos, nogales y castaños del Llano de la
Victoria… hasta las macetas de ventanas y balcones.
Nada quedó sin tocar con sus varitas y todo se inundó de música, perfume de flores y colores esplendorosos. Dejó todo tan bonito que Jaca parecía una postal. “¡Qué ciudad tan hermosa!”, pensó.
Hizo que los niños se sintieran más alegres y que a los
mayores se les pusieran los ojillos tiernos. Marcó el camino, con su varita mágica
de fuegos artificiales, a las golondrinas, que llegaron en tropel.
Todo el mundo se levantó más alegre aquella mañana: ¡había
llegado la primavera!
CCANO / JACATIMES
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