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Cuento para contar hoy a los peques de la casa: ‘Las arañitas del árbol de Navidad’

Las arañitas del árbol de Navidad’ es una leyenda alemana que suele contarse a los niños por estas fechas en aquel país, junto a la chimenea. La que ofrecemos hoy es una versión manipulada, sustituyendo algunos personajes originales por otros de literatura juvenil del libro ‘La mansión del acantilado’ que presentamos aquí hace unos días.

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Desafiando viento y frío, Sarah y Jeff, hermanos gemelos, caminaron hasta la mansión del acantilado para decorar el árbol de Navidad del enorme caserón de su abuelo el arqueólogo. Bajo las órdenes de Sarah que siempre hacía valer sus veintiocho minutos mayor que su hermano, les estaba quedando precioso.

Querían darle una sorpresa cuando volviera, justo para la Nochebuena, de una de sus exploraciones. A él y a su media docena larga de nietos. Colocaron el árbol al lado de la chimenea porque habían oído que a Papá Noel le gustaba colarse por allí para entregar sus regalos. Los chicos decoraron el árbol con piñas pintadas y frutos de brillantes colores. Escoba en mano, dejaron todo reluciente para noche tan especial. Luego se fueron a dormir tranquilamente.



En una de las vigas, en el techo de la mansión, donde no llegaban las escobas, tenía instalado su nido una familia de arañas que observaba todo con curiosidad. Pronto repararon en algo prodigioso: abajo, junto al hogar, había un arbolito engalanado con singulares y relucientes frutos que no habían visto nunca. Las arañitas estaban muy impacientes por visitarlo, pero mamá araña, prudente como todas las mamás, no las dejó acercarse hasta que la casa quedó en absoluto silencio.

Entonces se deslizaron por sus hilos, bajando hasta el árbol para ver de cerca aquellas maravillas. Se pasearon arriba y abajo admirándolo todo, tocando los adornos con sus patas y dando tantas vueltas alrededor del árbol que, al final, quedó envuelto en telarañas, perdiendo así todo su brillo y esplendor.

El caso es que Papá Noel llegó para dejar sus regalos y se rio y se alegró mucho de ver tan felices a las arañas. Sin embargo —pensó—, todos se pondrán muy tristes por la mañana, contemplando su preciosa obra, su árbol de Navidad, sucio, enmarañado y gris.

Decidió preguntar a las arañas si querían quedarse en el árbol para siempre. Algunas dijeron que sí y otras decidieron volver arriba, a la seguridad de su nido. Papá Noel sopló sobre el árbol y las que decidieron quedarse se convirtieron en arañitas doradas, esferas de colores y brillantes estrellas, y sus hilos de telaraña en bonitas y brillantes guirnaldas que colgaban de las ramas del árbol, haciendo que este pareciera aún más hermoso y resplandeciente a los ojos de los niños.

Desde entonces, en muchas casas adornan así su árbol de Navidad.

FG / JACATIMES

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