Julián Ruiz Martorell, obispo, dedica su carta pastoral de esta semana, “La lengua en el libro del Eclesiástico”, a reflexionar sobre las recomendaciones que el más extenso de los escritos sapienciales, el “libro de la asamblea”, nos da acerca de las habladurías y los chismes.
El libro del Eclesiástico advierte: “No avientes el grano
con cualquier viento, ni camines por cualquier sendero. Mantente firme en tus
convicciones, y no tengas más que una palabra. Sé pronto para escuchar y tardo
en responder. Si sabes algo, responde a tu prójimo, pero si no, mano a la boca.
Hablar puede traer gloria y deshonra, y la lengua es la ruina del hombre. Que
no te tachen de murmurador, ni pongas emboscadas con tu lengua, porque sobre el
ladrón cae la vergüenza, y una severa condena sobre el que habla con doblez”
(5,9-14).
Invita a la reflexión y a la cautela: “Antes de hablar,
infórmate” (18,19a).
Exhorta a dominar la lengua: “El que domina la lengua vivirá
sin peleas, y el que detesta la palabrería evita el mal. No repitas nunca un
chisme y no sufrirás ningún daño; ni a amigo ni a enemigo se lo cuentes”
(19,6-8a). “¿Has oído algo? ¡Muera contigo! ¡Tranquilo, que no reventarás! El
necio oye una noticia y ya siente dolores, como la mujer que va a dar a luz un
hijo. Flecha clavada en el muslo es la noticia en las entrañas del necio”
(19,10-12).
Hay un hablar inoportuno: “Mejor es resbalar en el suelo que
con la lengua” (20,18a). Y es preciso saber callar: “Hay quien calla porque no
tiene respuesta, y hay quien calla porque conoce el momento oportuno” (20,6).
Se requiere una disciplina en el hablar: “Escuchad, hijos,
la instrucción sobre el hablar, quien la guarde no quedará atrapado. El pecador
se enreda en sus propios labios, el calumniador y el soberbio tropiezan en
ellos” (23,7-8).
El autor previene contra los peligros de la mala lengua:
“Las palabras del piadoso rezuman sabiduría, pero el insensato cambia como la
luna” (27,11). “Maldice al charlatán y al mentiroso, porque han perdido a
muchos que vivían en paz. A muchos ha sacudido la lengua calumniadora, y los ha
dispersado de nación en nación; ha arrasado ciudades fuertes y ha arruinado
familias de príncipes. La lengua calumniadora ha repudiado a mujeres
excelentes, privándoles del fruto de sus trabajos” (28,13-15).
Los golpes de la lengua producen muchas víctimas: “Un golpe
de látigo produce moratones, un golpe de lengua quebranta los huesos. Muchos
han caído a filo de espada, pero no tantos como las víctimas de la lengua.
Dichoso el que de ella se protege, y no ha estado expuesto a su furor, el que
no ha cargado su yugo, ni ha sido atado con sus cadenas” (28,17-19).
Es preciso tomar precauciones: “Balanza y pesos para tus
palabras, puerta y cerrojo para tu boca. Guárdate bien de resbalar con la
lengua, no sea que caigas ante el que te acecha” (28, 25-26).
+ Julián Ruiz Martorell - Obispo de Huesca y Jaca / JACATIMES
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