Todas las iniciativas son loables, tanto el control de agua en riego y piscinas privadas como las rogativas para pedir al cielo que llueva. La situación es dramática y, en consecuencia, la ceremonia religiosa de los que acudieron al pozo de San Úrbez a pedir el milagro del agua, también es válida.
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Según la leyenda, San Úrbez se retiró a una cueva cerca de un pozo que se convirtió pronto en una fuente de agua milagrosa, después de que el santo
realizara allí una serie de milagros, desde sanar a enfermos a traer lluvia en tiempos de sequía.
Desde hace muchos años, el discurso de la autoridad se ha
basado, sobre todo, en concienciar a la población de que el agua es limitada,
que los recursos no son inagotables. Sí: “el agua es un
bien precioso, indispensable para toda actividad humana”, dice la Carta
Europea del Agua. Pero, igual que sucede con las plegarias, la concienciación
del ciudadano no es la solución a la sequía.
La obligación del gobernante es prever los escenarios. Si no
fuera un chiste fácil, diríamos que el gobierno hace como quien oye llover. A
lo mejor, si se hubiera puesto el tema del agua como una prioridad, renunciando
a otras iniciativas menos urgentes, una parte significativa del camino estaría
ya recorrido.
La situación es muy preocupante en toda España, aunque en las zonas más afectadas se puede calificar de agónica. Los
cultivos de secano (trigo, cebada, avena…), que necesitan la lluvia para
desarrollarse, están prácticamente sentenciados, aunque para conocer la
afectación real deberán pasar todavía un par de semanas.
Los cultivos leñosos como frutales, olivar, frutos secos,
viñedo… que habitualmente tienen una mejor resistencia a la sequía, están
también muy afectados, arrastrando varios años de bajas precipitaciones e intenso
calor. En la ganadería —especialmente
la extensiva y semiextensiva—
es ya seguro que no habrá suficiente pasto disponible y que las pérdidas serán
millonarias.
Empresas de aventura, campings, clubs y actividades náuticas... temen que la falta de agua espante a los turistas. Tendrán que cerrar o reinventarse.
Desde la UPA (Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos), se pide insistentemente:
Un plan de apoyo urgente para ayudar a los agricultores y ganaderos más afectados por la sequía.
Un Plan Hidrológico Nacional basado en la ciencia, en el acuerdo y en el consenso, que tenga en cuenta además criterios sociales en el reparto del agua disponible.
Más inversión en modernización de regadíos, para utilizar tecnologías que aprovechen cada gota de agua para producir alimentos.
La protección y valorización de los regadíos como una técnica de producción sostenible y necesaria para la alimentación de toda la sociedad.
La sequía pone a nuestros mediocres gobernantes ante la tierra baldía de la realidad. Avanza la sequía, pero ellos prefieren dedicarse a los trapicheos del independentismo, la malversación, el sí es sí de las niñas, las casitas de papel, la FP de 45 000 nuevas aulas bilingües y la memoria democrática, desenterrando muertos bien muertos.
Mientras esto ocurre, tal vez solo San Úrbez tenga la
solución.
FG / JACATIMES
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