Después de trece meses justos de obras, pruebas, iluminación, algún retraso… parece que, por fin, el ascensor interavenidas, Perimetral, abajo, y Oroel, arriba, comenzará a funcionar hoy mismo, tras la imprescindible ceremonia inaugural a mediodía.
EFEGE |
El ascensor —feo, de estética primaria y de nula integración con el entorno—, facilitará la conexión en ambos
sentidos entre “abajo” y “arriba”, mejorando el acceso al centro de la ciudad
desde la pista de hielo y aparcamientos. En un par de minutos, cubrirá los
veintipocos metros de desnivel con su centenar de empinados escalones.
Ha sido un parto largo. Desde los tiempos del albergue de
Escolapios, justo enfrente, ya se hablaba y discutía sobre la necesidad de
resolver de alguna manera el tema de las escaleras que, para gente de cierta
edad y no de tanta, resultaban imposibles.
En una cena mantenida en el citado albergue entre las
fuerzas vivas de la ciudad, agrupadas en la asociación cultural Virgen de
Valvanera —donde no podía
faltar el entonces alcalde don Armando Abadía, el comisario de policía, militares
de alto rango y el hermano Casimiro—,
se propuso la construcción de un elevador.
Alguno, con buena mano y mejor bolígrafo, realizó un
diseño que todos dimos por bueno por su estética, a la vez que simple. Entonces
no lo sabíamos, pero resultó ser una solución intermedia entre el de Santa
Justa, en Lisboa y el elevador de Beyoglu, en Estambul.
Obviamente, aquello no pasó del último chupito del pacharán
casero de Juvenal, aunque el alcalde prometió “estudiarlo”.
El “estudio” ha durado varias décadas y varios alcaldes,
pero —laudetur Iesus
Christus—, parece que, al
fin, lo tenemos.
Gracias a quienes lo han hecho posible.
FG / JACATIMES
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