En la crónica de ayer, el comandante Egea, jefe del grupo de valientes empeñados en ser los primeros en escalar el Humbroq Peak, de 6459 m, en el Karakorum, anota frustrado: “Hasta aquí llegó la aventura. El Humbroq dictó sentencia. La montaña siempre tiene la última palabra”.
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GMAM EMMOE |
Es el 11 de agosto, el día 25 de la expedición del Grupo Militar de Alta Montaña (GMAM) del EMMOE al Humbroq Peak. Anuncian que “esta será nuestra última crónica desde el campo base”.
“Tras la meditada decisión de renunciar a cruzar el caótico
glaciar y tras evaluar otras alternativas de acceso teniendo en cuenta los
pocos días que nos quedan disponibles, la cruda realidad se pone de manifiesto.
“La única opción en teoría viable pasa por remontar otro
glaciar al sureste de un pico de nombre para nosotros desconocido que se une al
Humbroq por la arista opuesta a la elegida originalmente, de condiciones considerables,
pero aparentemente mucho más amable que el anterior.
“Reunidos los once integrantes de la expedición para
escuchar todas las propuestas y visiones, planos disponibles en mano y la
experiencia de más de dos semanas por el valle, finalmente se opta por esta
opción.
Jorge Egea Sobreviela, Adriano Martín Cófreces, Jesús Andrés González, Francisco Borja Álvarez, Álvaro Cantero Nieto, Jesús Chicharro Antolín, José R. García Larrosa, Antonio Conesa Sánchez-Ocaña, Miguel Plans Tena, José Guillermo Español Latorre y Álvaro Corrochano Díaz.
“Conseguiríamos llegar al collado que da acceso al valle
paralelo al nuestro en dirección sur. Desde este collado podríamos intentar la
ascensión a ese pico que nos lleva llamando la atención desde que llegamos al
campo base, de 5889 m, montaña muy bonita y tremendamente estética que domina
el circo del Humbroq desde su lado este. Además, no se tiene información de
ningún ascenso.
“Un grupo se destaca con la intención de hacer un primer
reconocimiento para comprobar la viabilidad del intento, con la ilusión del
primer día.
“Una vez decididos y con la motivación de nuevo en máximos
ante la posibilidad de hacer otro intento, nos organizamos en tres cordadas de
tres alpinistas, equilibradas y complementarias. Preparamos el material, esta
vez bastante ligero, contando que vamos en estilo alpino, con material de vivac
y comida para permanecer cinco días en la montaña.
“El tiempo no nos acompaña desde que llegamos al valle.
Estudiamos diariamente cinco páginas meteorológicas para intentar acertar, pero
no cuadra ni una. Desde luego, las condiciones siguen sin ser las más propicias
para movernos en este terreno: temperaturas anormalmente altas y las
precipitaciones en forma de agua nos visitan prácticamente todos los días. A
pesar de ello, buscaremos gastar nuestro último cartucho. La cuenta atrás está
en marcha.
“Una vez más, nos ponemos en movimiento todos a una. Remontamos el glaciar principal y, tras superar la primera barrera de seracs, vamos sorteando grietas abiertas pero francas hasta situarnos bajo la segunda barrera. Las condiciones son pésimas. Calor increíble a más de 4.600 metros, derrumbamientos, agua corriendo y desprendimientos de piedras de los laterales del pico.
“A unos 150 metros de desnivel del collado montamos el
vivac, sobre los 5000 metros. Se trata de una pequeña morrena en un lateral del
glaciar próximo a la enorme rimaya, ligeramente protegida de la caída de
piedras, por desgracia de frecuencia abrumadora, y muy cercana de la pared
oeste del collado.
“Durante las primeras horas estamos alerta de cuál es la actividad
de desprendimientos, llegando en algún momento a dar la voz de alerta (“piedraaaa”)
para que todo el personal se ponga a cubierto si es necesario.
“Finalmente, y al dejar de incidir el sol en la cuenca
glaciar, parece que el sitio está bien elegido teniendo en cuenta las opciones.
Aun así, la caída de piedras es constante, pero ninguna de ellas llega hasta la
zona elegida, con lo que procedemos a montar nuestro vivac y reponer las
fuerzas gastadas durante el intenso día.
“Durante la noche, a los derrumbamientos lejanos y
permanentes, se suma una precipitación constante en forma de agua con una
temperatura muy elevada para la altitud en la que nos encontramos, increíble
para estar a 5000 metros de altura.
“La mañana nos recibe con una sorpresa mayúscula al sonar el
despertador, antes del amanecer y salir de la tienda bajo la llovizna. Un gran
bloque que estaba en un lateral y a simple vista estable, se ha movido
aplastando una de las mochilas que estaba aprovechando su sombra para que no se
mojase. En su movimiento ha dejado un casco totalmente inservible. Mal augurio
y peores noticias.
“Consejo de guerra” matutino obligatorio, en el que no es
muy necesario discutir para tomar de nuevo la dolorosa decisión de abandonar el
segundo y definitivo intento. Con estas condiciones quizás sea más probable
acabar más mal que bien. Y eso no entra en nuestros planes.
“Desgraciadamente, no hemos alcanzado el pico Humbroq, y la
asimilación del “fracaso” va por dentro de cada uno como una procesión. Pero
tras tantos días en situaciones delicadas, gestionando el riesgo de una manera
casi de manual, nuestro enfermero no ha tenido que curar ni siquiera un rasguño.
Lo que nos queda claro es que los objetivos más importantes marcados por el
GMAM se han cumplido: volvemos todos y sanos, volvemos más cohesionados, y
nuestras Unidades de Montaña están técnicamente mucho mejor preparadas.
“Hemos estado absolutamente solos, en un terreno virgen y
sin apenas información. Hemos aprendido mucho, enfrentándonos a imponentes
glaciares sin percances, con nuestros conocimientos, experiencia y formación.
Ahora sabemos movernos mucho mejor en este terreno y ambiente. Somos capaces de
optimizar mejor nuestro material, organizarnos como equipo para acometer un
objetivo de este calibre, conocemos los pasos a seguir, qué equipos de trabajo
montar.
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