Entre la abigarrada colección de “días de…” tal o cual cosa disponibles, no podía faltar, el 2 de febrero, el Día de la Marmota. En Estados Unidos, la marmota Phil pronostica el tiempo. La tradición local sostiene que, si el animal que inverna, al emerger de su cueva ese día arroja una sombra, el invierno y el frío durarán seis semanas más. Si no hay sombra visible, la primavera llegará enseguida.
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La tradición también indica que esta marmota, Phil, ha estado pronosticando la duración del invierno desde 1886 y que su longevidad se debe al "elixir de la vida", o ponche de marmota, que se le administra durante el Picnic de la Marmota, que se celebra cada año en otoño.
Aquí, en el Pirineo, las marmotas son otra cosa: salen de sus
madrigueras, con sombra o sin ella, para silbar a los montañeros cuando pasan cerca
de la guarida, a modo de saludo. En realidad, su silbido advierte a la tropa, mediante
códigos sencillos, de que hay indeseables visitantes próximos.
Un libro publicado por la Diputación de Huesca "Mamíferos del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido", asegura que “la marmota
estuvo presente en los Pirineos hasta hace unos quince mil años, cuando se
extinguió y quedó acantonada en los macizos alpinos del centro de Europa”.
Reintroducciones efectuadas en los años cincuenta del pasado siglo,
han dado lugar a una población numerosa y boyante que ha encontrado de nuevo un
hábitat favorable en las praderías cercanas a los roquedos de los puertos
pirenaicos, donde ponen la nota de movimiento y silbidos en cotas entre los
1700 y 2500 metros, ayudando sobremanera al abastecimiento de la cúspide de
la cadena trófica, siendo presa habitual de águilas reales y zorros.
La alimentación de las marmotas se basa en herbáceas y bulbos, sin
depredar sobre huevos de aves o vertebrados, como suelen hacer otros roedores.
Pueden llegar a pesar en torno a los cuatro kilos, de apariencia regordeta,
peluda y simpática.
JACATIMES
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