Los medios que informaron del incendio de la cubierta de Casa La Rubia, a principios de este año de pandemia señalaron, como de pasada, que el edificio dañado es de estilo modernista, una peculiaridad arquitectónica tal vez desconocida por algunos jacetanos, pese a transitar cada día por delante de estas joyas.
El modernismo llegó a Jaca en 1915 cuando la autoridad decidió
derribar la muralla medieval, no sin algunas protestas. Inmediatamente comenzó la
construcción de edificios de estilo modernista, de la mano del arquitecto leridano
Francesc Lamolla, encargado de diseñar el ensanche de la ciudad. Los burgueses
de la época no desaprovecharon la oportunidad para construir acorde con los
gustos personales de cada cual, en el marco de la moda imperante.
Aquellos singulares edificios de antaño se engloban hoy en
una genuina “ruta modernista”. Desde el Casino de Jaca, cuya fachada recuerda
los grandes aleros de los palacios aragoneses del siglo XV, en la calle Echegaray,
hasta el Seminario y el Matadero, en los límites urbanos de entonces, construidos
los tres en los años veinte. De la misma época es la casa del fotógrafo
Francisco de las Heras, en la calle Mayor, de estilo neonazarí, que entronca
con las corrientes historicistas españolas del siglo XIX.
En el 5 de la avenida del Primer Viernes de Mayo encontramos Casa Borau, cuyas molduras son una versión geométrica de la Sezession vienes, movimiento fundado en 1897 por un grupo de artistas de la escuela Künstlerhaus. En la misma avenida, en el 12, están las guirnaldas de la Casa Valero y en el 7 el capitel de la Casa La Rubia —la de la cubierta recientemente incendiada—, inspirado en la Casa Terradas o de les Punxes barcelonesa.
En la calle Mayor descubrimos elementos decorativos
neogóticos en el número 17. En el número 20, la farmacia Borau muestra muebles
de época. En el 32, la fachada de Francisco Albiñana se inspira en la
arquitectura andalusí. Otros ejemplos de interés son el caserón del marqués de
la Cadena, en la plaza del mismo nombre y el número 10 de la calle Echegaray.
Si el tiempo no lo impide, bocadillo, botellín de agua y
calzado cómodo para no perderse estas maravillas.
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